LA SEXUALIDAD TÁNTRICA EN EL CAMINO
DEL DESPERTAR (I)

 

La sexualidad tántrica en occidente ha sido tomada como una fórmula mágica para compensar el hastío y la carencia de perspectivas de las relaciones personales, sobretodo en el ámbito sexual, sin tener en cuenta que las causas de este desfondamiento anímico personal y social tienen que ver con el sentido equivocado con el que vivimos: una perspectiva vital limitada al consumo, a la competitividad, el desenfreno en  la acción, que cubre nuestras deficiencias emocionales obligándonos constantemente a huir de nosotros mismos a través de estímulos que necesitan renovarse constantemente porque enseguida pierden la fuerza necesaria para tapar las miserias con las que no queremos encontrarnos; un ser humano y una sociedad espiritualmente planos que no pueden sentirse en su dimensión de plenitud, que intentan zafarse de su sufrimiento vital ignorándolo o encubriéndolo hasta llegar a considerarlo soportable; una sociedad de seres humanos “razonablemente felices” mientras todo vaya bien, ya que la felicidad y la plenitud han llegado a ser consideradas como una entelequia, una quimera inalcanzable, ante la cual es mejor conformarse con lo que tenemos, aunque eso sí, remendando nuestra precariedad emocional lo más posible para que no nos resulte insoportable vivir con ella.

En este contexto irrumpe el tantra en ciertos sectores de occidente en un terreno considerado de gran importancia para medir nuestro grado de satisfacción afectiva: el ámbito de la sexualidad. Y acostumbrados a buscar en el exterior el remedio para nuestra desazón interior, habituados a actuar sobre las consecuencias negativas de nuestro proceder en vez de enfrentar sus causas, volvemos a coger el “rábano por las hojas” y tomamos el tantra como una simple receta de técnicas sexuales que nos permitan desear más, sentir más placer, incrementar nuestra pasión hasta el máximo. Es la alocada búsqueda de la mítica energía kundalini que pretendemos que resuelva de un plumazo todas nuestras limitaciones. Nada podemos objetar a la pretensión legítima de que nuestras relaciones sexuales sean de mejor calidad, pero sin una proyección superior, sin una conciencia trascendida de nuestra práctica sexual, ésta necesariamente hallará su límite en la energía estrictamente física y burda en la que se sustenta, sin ninguna posibilidad de acceder al espacio ilimitado de la energía sutil, gozosa, cálida y expansiva de la Consciencia. Además cabe preguntarse si la simple pretensión de mayor deseo, placer y pasión sexuales no nos acabarán haciendo todavía más cautivos del sexo, volviendo a quedarnos presos en el círculo incesante de la búsqueda de estímulos cada vez más poderosos que cuando pierden su fuerza inicial nos devuelven otra vez  a nuestra monótona y anodina realidad afectiva.

Debemos aclarar primero que el tantra es una vía espiritual completa en sí misma, y que como tal, no puede ser practicado con posibilidades de éxito de un modo sesgado y parcial que actúe solamente sobre un aspecto de nuestra evolución, aunque éste sea tan importante como el de la sexualidad. Como toda vía espiritual, el tantra nos propone un camino para nuestra liberación interior total:  el camino del despertar del ser humano a su dimensión e identidad profundas, al encuentro con su ser profundo real, con su dimensión de Consciencia, libre de toda atadura emocional y apegos egoístas, un ser humano que sea uno con todos los seres sintientes y con el cosmos entero.

Pero la vía espiritual tántrica tiene particularidades que la diferencian de otras vías espirituales y la convierten en un instrumento muy poderoso en nuestro camino al despertar a nuestra realidad consciente. Mientras unas vías espirituales tratan de evitar las circunstancias potencialmente adversas, las situaciones que “a priori” pudieran ser conflictivas y las energías inicialmente negativas eligiendo el camino de la renuncia a todo lo que puede estorbarnos en nuestro crecimiento personal, el tantra entiende que la vía más rápida y efectiva de evolución hacia nuestro ser consciente reside precisamente en aprender a relacionarnos con las circunstancias y factores personales y sociales en los que vivimos TRASFORMÁNDOLOS en energía de Consciencia.

El tantra entiende que tanto lo considerado positivo o negativo, tanto lo que catalogamos desde la perspectiva cultural o moral como el bien o el mal, tienen su sustancia y su origen en la propia Consciencia y, por tanto, son manifestación de ella. Resulta fácil entender que lo bueno, la bondad, son expresión clara de la Consciencia. Pero también lo que etiquetamos como el mal es manifestación de la Consciencia, si bien diremos que es expresión de la consciencia “en ausencia”, es decir, expresión velada por la ignorancia inconsciente, como la oscuridad de un eclipse de sol es, en realidad, luz solar ausente, que por no tener entidad propia no es autónoma y sólo perdurará mientras dure el velo que la provoca. Comprender que esto es así, es comprender que el principio consciente está tanto en el bien como en el mal, en lo positivo y en lo negativo, que la esencia del bien y del mal, que es la esencia del propio ser humano, es la misma: Consciencia. Es comprender que lo que llamamos mal no tiene entidad, sustancia o esencia propias y que, precisamente por haber devenido también del principio de Consciencia que todo lo envuelve, puede ser perfectamente TRANSFORMADO en manifestación bondadosa y positiva de la Consciencia. Es constatar que todo lo que es, es Consciencia plenamente o parcialmente actualizada o sin actualizar. Es darnos cuenta que la “energía negativa” es también potencial energético transformable por la acción de la Presencia Consciencia, siempre y cuando nos dejemos impregnar y transformar por ella. El extraordinario potencial de energía de Milarepa que mató a muchas personas utilizando magia negra,  pudo ser transformado por la acción de la Consciencia canalizada a través de su maestro Marpa totalmente realizado, convirtiéndose así en uno de los grandes yoguis tibetanos. Esto sucedió porque la energía “negativa” de Milarepa encontró fusión con la energía de Consciencia de su maestro Marpa, muy superior a la de Milarepa y pudo transformase y sutilizarse hasta su total realización y despertar.

A estas alturas ya no nos puede extrañar que el yogui o yoguini tántricos no tengan remilgos en encararse a cualquier situación, aunque sea complicada, sabedores de que las circunstancias aparentemente más negativas pueden llegar a ser la vía más efectiva de realización. Al tantra le gusta caminar sobre el “filo de la navaja” pero esto puede ser muy peligroso para quienes deseen practicarlo en solitario, sin la ayuda de un maestro o maestra, porque la energía burda o negativa sólo puede ser transformada si la actualización del principio consciente positivo en nosotros es superior a nuestro potencial energético negativo, y el maestro o maestra no sólo nos orienta, sino que además nos trasmite la energía y el conocimiento suficientes para poder afrontar este dificultoso trabajo del despertar. Por lo que podemos afirmar, que salvo casos extraordinarios de seres que vienen a este mundo ya despiertos, sin un maestro o maestra totalmente realizado tenemos pocas probabilidades de despertar, y menos si la vía que hemos elegido para ello es la del tantra.

En la práctica del sexo tántrico entre yogui y yoguini tratamos de sutilizar todo nuestro extraordinario potencial sexual, inicialmente burdo, hasta elevarlo a energía de Consciencia y Vacuidad. Esta energía consciente no sólo evita el despilfarro energético propio de la actividad sexual común, sino que supone una importante acumulación y recarga energéticas que revitaliza notablemente nuestro cuerpo físico y nos aporta una claridad mental tal, que puede llevarnos a comprender profundamente, en un instante, aspectos de nuestra vida interior que nos condicionaban desde el inconsciente, permitiéndonos ir  resolviendo paulatinamente sin esfuerzo alguno, por la extraordinaria gracia y poder de la Consciencia, nuestro cuerpo emocional acumulado hasta el momento, es decir, nuestro inconsciente personal. Esta visión clara consciente devenida de la experiencia sexual tántrica resulta naturalmente gozosa, aunque inicialmente necesite remover nuestro cuerpo emocional acumulado para desactivar nuestros mecanismos automáticos inconscientes. Podemos decir desde nuestra experiencia que quien vivencie profundamente el poder energético de la Consciencia en su práctica sexual tántrica ya no volverá a ser el mismo, porque esta experiencia determinará positivamente su evolución hacia el despertar, como consecuencia de la comprensión gradual de su propia naturaleza de Vacuidad y Consciencia. Por eso afirmamos, basados en nuestra propia vivencia, que la práctica sexual tántrica de yogui y yoguini constituye una vía directa al despertar.

Como ya hemos referido, esta unión tántrica de hombre y mujer orientada hacia la activación  de nuestras energías más puras y sutiles transciende inmediatamente la dimensión burda del contacto físico inicial y sitúa a la pareja en un espacio de sexualidad trascendente. La  unión de lo masculino y lo femenino vivida con la lucidez consciente del acto amoroso tántrico despiertan nuestro potencial energético espiritual enroscado en nuestro chacra secreto, inundando de fuego místico y gozo, de gozo y fuego místico todo nuestro ser. Gozo y fuego místico intensísimos e inseparables que nos llevan a experiencias profundas de vacuidad no sólo en lo referente a nuestro propio cuerpo físico, sino también en lo referido a los elementos sólidos que nos rodean, en los que podemos comprobar que tal solidez es ilusoria, porque la energía tántrica nos trasporta a niveles muy superiores de conciencia que nos permiten conectar con la energía de Consciencia, en un espacio profundo en el que podemos constatar que los valores relativos físicos y psicológicos corresponden solamente al ámbito superficial de nuestra mente ilusoria.

La Consciencia es unitaria y expresa lo masculino y lo femenino como elementos complementarios, no duales o enfrentados. Por eso la fusión de estos dos elementos en la relación sexual tántrica disuelve el yo limitado egóico de hombre y mujer en el espacio unitario de Vacuidad y Consciencia y hace desaparecer el ridículo yo egóico. Y si bien nuestro yo egóico se disuelve, nuestro yo real, nuestro yo conciencia de ser consciente, nuestro yo conciencia de Consciencia, se expande hasta sintonizar con nuestra identidad de seres despiertos. Se produce, por tanto, un proceso con tres fases complementarias que en apariencia pueden resultarnos contradictorias: primero la disolución  de nuestra dualidad egóica y de la dualidad inicial que puede constituir  la propia pareja, para acabar fundiéndose en una sola mente y en un solo cuerpo en el acto amoroso tántrico; segundo, esta fusión y unión tántrica no hace que desaparezca la conciencia de nuestra propia identidad, sino que por el contrario, acontece la expansión del yo real consciente individual del yogui y la yoguini que se reúnen, en unión íntima, en la energía unitaria de la Consciencia que los penetra y los invade hasta lo más profundo de su ser; y tercero, una vez superadas todas las dualidades personales y de pareja, nuestra conciencia personal de ser conscientes, nuestro yo personal consciente, nos permite acceder al espacio ilimitado de la Vacuidad donde todo es energía impersonal de la Consciencia.

El despertar del fuego místico del que ya hemos hablado en nuestro chacra secreto se produce por la acción espontánea de la Consciencia y recorre y purifica todos los chacras de nuestro cuerpo, ombligo, corazón, y garganta, hasta llegar al chacra de la coronilla. Pero para que esto suceda debe haber en la pareja tántrica unas condiciones de purificación física y mental adecuadas. Esto quiere decir que hay un trabajo imprescindible previo a la práctica sexual tántrica.

El acto sexual amoroso tántrico es una práctica de meditación muy profunda a la que no podremos acceder si antes no hemos practicado una meditación  de pacificación mental y un shiné vivido en profundidad que nos conecta con la visión profunda de la mente que nos transporta a experiencias de Vacuidad. Queremos insistir en la importancia de la práctica de la meditación diaria como preparación para la experiencia tántrica, porque el flujo del fuego místico por todo nuestro cuerpo físico, sólo sucederá en una mente libre de todo pensamiento y apego, de toda pretensión, de total entrega y apertura a la pareja y al fluir de la energía de la Consciencia.

El yogui y la yoguini hacen entrega de su ego personal, transcienden el deseo sexual burdo inicial que busca la satisfacción física inmediata, y se sitúan en el flujo del deseo surgido de la atracción natural de los elementos complementarios, lo masculino y lo femenino. Éste es el deseo sin apego, que sucede de manera natural y espontánea porque la Consciencia ha querido expresarse en elementos complementarios que se requieren y se atraen mutuamente.

El acto sexual tántrico es la vivencia plena y radical del aquí y el ahora del propio acto amoroso. En la práctica sexual tántrica no existirá más tiempo y espacio que el presente del propio acto. Esta plena presencia nos permitirá vaciarnos de todo pensamiento, de toda pretensión de alcanzar cualquier meta de satisfacción, de todo deseo de atrapar, acelerar, o manejar a nuestro antojo el flujo de la energía de la Consciencia. De este modo, plenamente abiertos, vaciados, confiados, entregados a la pareja y a la Consciencia, su energía nos inundará con una intensidad muy superior a la de cualquier pretensión y pasión egóicas. En la misma medida en la que nuestra mente quede vacía de toda pretensión y deseo personal egóico, la Consciencia podrá llenarnos de su poderosísima energía.

En el acto amoroso tántrico el yogui y la yoguini acceden a su mente profunda consciente a través de la vivencia plena de todas las sensaciones de su propio cuerpo, a través de la vivencia plena del ingente placer purificado y gozoso que nos proporciona la energía sutil de la Consciencia. De la fusión de dos cuerpos surge la fusión de dos mentes, de dos identidades profundas, de dos esencias que se unifican en el espacio unitario de la Consciencia, disolviendo cualquier tipo de dualidad. Para esta fusión de identidades es importante que previamente nos identifiquemos con nuestra esencia búdica o de Consciencia hasta llegar a sentir que realmente somos manifestación de Consciencia en sus aspectos complementarios masculino y femenino, que somos budas practicando el acto amoroso trascendente. Sólo desde el sentirnos en nuestra esencia búdica consciente es posible la fusión plena no dual, que transcendiendo nuestro yo egóico personal nos trasporta a espacios de Vacuidad impersonal.

Desde nuestra experiencia, esta identificación con nuestro ser de Consciencia es perfectamente posible y más adecuada a nuestra estructura y disposición psicológica occidentales que el sintonizar con expresiones culturales muy alejadas de nuestra cultura, o con deidades que no nos resultan cercanas ni comprensibles, por lo que pueden acabar dificultando la propia práctica tántrica. Sabemos por experiencia que un meditante que haya tenido experiencias de vacuidad en su práctica meditativa puede conectar directamente con su esencia búdica de Consciencia en su práctica tántrica.

Otro aspecto importantísimo para la práctica sexual tántrica es conectarnos con los maestros o maestras de nuestro linaje. Ya hemos observado anteriormente que la práctica tántrica debe ser guiada por un maestro o maestra realizados, porque si bien la práctica de la sexualidad tántrica es un camino muy directo y efectivo hacia el despertar, el tantra practicado sin un guía cualificado puede ser sumamente desestructurante y nocivo, por el propio potencial de las energías que mueve. Pero, además,  la conexión con el maestro o maestra nos permite disponer del caudal energético de Consciencia que se canaliza a través de él y que nos será imprescindible en todo el proceso que hemos descrito.