La que
cuidaba de los pequeños y de los grandes detalles en el centro:
Encender y apagar la vela, el incienso que no faltara...
La que nos daba la bienvenida con su alegre y juguetona mirada...
Edurne, La
que aprovechaba los momentos de descanso para saber cómo estaba,
cómo me iba... sin olvidarse de nadie, ni de nada:" Y ¿qué tal tus
hijos" Iñaki, Amaia.?" me preguntaba... Recordando sus nombres,
como si de su familia se tratara...
Así era ella, ¡así nos cuidaba!!
Así te
vivía yo, Edurne, ¡así me cuidabas!!
Todavía
hoy te siento, te veo revolotear.
Revisándolo
todo: los cuenquitos, las flores, el agua... poniendo a punto el
altar.
Tu cojín está vacío y sin embargo, te veo meditar.
Sigo sintiendo tu alegría, está por todas partes, no ha dejado de
estar.
Es algo muy bonito, estás, sin estar!
Eres ya un referente de sencillez, alegría y paz.
Nos has
dejado la certeza de que es posible despertar.
Es todo muy
bonito, ¡estás sin estar!