Para Edurne
Cómo explicarte…
¡Es tan honda tu huella!
Tan intensos los momentos compartidos contigo, tantos los detalles, tan
grande el agradecimiento, tan profundo el cariño.
Cómo explicarte lo inexplicable.
El amor, la vida, la amistad, la solidaridad, la entrega, el
reconocimiento, mi admiración, tu fuerza.
Impregnaste mi vida, como la de tantos otros, sin pretenderlo;
integrándote con pleno derecho, por siempre y para siempre en mi corazón,
del que irremediablemente formas parte.
Amiga siempre, compañera siempre, referencia siempre. Siempre ahí, para lo
que necesitara cuando lo necesitara.
Si hay una cualidad que te describe es ésta: infatigable.
Infatigable practicante del Dharma, cuyas enseñanzas me ayudaste a
comprender, de manera entusiasta. En especial la práctica de Chenrezy.
Siempre estarás conmigo cuando la recite. Siempre.
Infatigable entrega, atenta siempre a las necesidades ajenas, desde los
graves problemas en los que inevitablemente te implicabas, hasta en las
pequeñas cosas: un traguito de agua, un cojín más cómodo, lo que sea para
ayudar.
Infatigable trabajadora de fuerza arrolladora, siempre dispuesta a todo y
sin remilgos.
En resumen, infatigable compañera de fatigas. Algunas divertidas, otras,
la verdad es que no tanto. De todas salimos confiando en la Consciencia,
cada vez más cerca, más unidas.
Recuerdo la incredulidad, el tremendo susto que me llevé la primera vez
que tu cuerpo físico flaqueó, hace aproximadamente año y medio. La vida me
sacudió de la comodidad de mis apegos para anunciarme que algún día
partirías. Fueron días convulsos de emociones y miedos, sosegados tan sólo
por la permanente serenidad de la Presencia de la Maestra que fluía, y
sigue fluyendo, mansamente y sin cesar.
La gravedad inicial dio paso a una rehabilitación que, aunque se preveía
larga y costosa, al final no lo fue tanto, pues de nuevo tu confianza en
la vida y tu fuerza, esta vez orientada hacia tu recuperación, acortaron
asombrosamente el proceso. En todo él fuiste, como digo, de nuevo un
ejemplo de determinación y de entrega.
Mas tras un periodo de varios meses, tu tiempo entre nosotros concluía. A
veces pienso que fue el que necesité, el que necesitamos todos, para
asumir tu ausencia.
Tu cuerpo, ya cansado, avisaba que no tardaría, por eso no sabes cuanto
disfruté de aquello días íntimos, de confidencias, de música, de compañía,
de cariño a flor de piel.
Y una noche sucedió lo inevitable. El colapso de tu estructura física fue
ya muy grave. Todo presagiaba un final inminente.
Jamás olvidaré aquel instante sagrado ni los días que le sucedieron hasta
tu partida, pues pude ser testigo del milagro de cómo un cuerpo totalmente
claudicado, literalmente derrumbado por la enfermedad, se erguía
enderezando la espalda, guiado por las palabras que la Maestra iba
desgranando amorosamente en su oído, preparándola, preparándose para el
momento más importante de toda su existencia, el tránsito de la vida a la
muerte, la liberación de un ser del pesado equipaje de su cuerpo terrenal.
Jamás olvidaré de nuevo tu aceptación, tu entrega más importante, tu
entrega final, la entrega de tu ego, tu Despertar.
Fue un suceso maravillosamente extraordinario, del que pude tener más
pruebas las jornadas posteriores pues, contra todo pronóstico, aún nos
acompañaste durante trece días más, en los que verifiqué que,
efectivamente, ya no eras la misma.
Habías superado la inquietud de tu cuerpo agonizante, en tu rostro no
había ningún asomo de penalidades, no tenías dolor, ni sed, ni hambre. No
es que los sobrellevaras bien, con tu estoicidad de antaño. Es que
simplemente no las padecías.
No había espacio para penalidades, tan llena como estabas de amor, y amor
para todos los seres, viviendo como decías el espacio abierto de la Mente
Consciente lleno, como describías, de colores, de mantrams, de amor. Amor
que salía a raudales de tus ojos, cada vez más brillantes, de tu mirada,
cada vez más profunda. Ojos vivos, que renacían en un cuerpo que moría.
Tu cuerpo seguía con nosotros pero tu estabas ya lejos, en el espacio de
gozo, de amor y de luz del que participábamos.
Doy inmensas gracias por haber podido compartir tus últimos días, por haber
podido sentir la poderosa energía que se manifestaba en tus largas horas
de profunda meditación silenciosa, de absoluto centramiento.
Siempre llevaré en mi corazón el inmenso amor que me invadió cuando
utilizando casi tu último aliento, apenas un hilo de voz, tus últimas
fuerzas, juntaste a duras penas las manos en el centro de tu pecho para
ofrecer, por última vez, Pan y Amor para todos los seres.
Esencia de Amor.
Esencia de Entrega.
Esencia del Despertar.
Va por ti amiga, compañera, hermana.
Va por ti Edurne
OM MANI PEME HUNG

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